La Fontana de Tacna
Pareces una reina de leyenda,
viviendo entre vilcas y granados
aromas que da el viento de tus prados
y el agua del Caplina las canciones.
La luna va tejiendo en tu alameda
amor con mil caricias y promesas,
lunita que a la tez de tus mujeres
le das besos de plata entre un palmar.
(Omar Zilbert Salas: Mi Tacna hermosa).
¿Cuántos amores fueron confesados al borde de su taza mayor? ¿Cuántas risas de niños conversaron con sus fluidos cantarinos? ¿Y cuántas lágrimas se mezclaron con sus aguas en los años del cautiverio? La fuente-monumento de Tacna se desborda en significados que la convierten en icono local, tan importante como la Catedral o el arco de Grau y Bolognesi. Su presencia ejemplifica los esfuerzos de modernización del siglo XIX, en varios aspectos como el urbanismo y la distribución racional del agua, además de los valores plásticos que le son propios.
En los tiempos del Virreinato, Tacna fue una población ligada a Arica que cobró relevancia por sus intentos independentistas en 1811 y 1813. Su historia fue ensombrecida el 26 de mayo de 1880, cuando en el Alto de la Alianza las tropas peruanas y bolivianas fueron vencidas por el ejército invasor.
Cincuenta años de ocupación chilena no fueron suficientes para doblegar a los tacneños. Su corazón se hizo fuerte como el hierro de la fuente y no consintió fisuras ni oxidaciones. La alegría volvió el 28 de agosto de 1929, cuando la autoridad usurpadora entregó la ciudad a la Guardia Civil peruana y a los Húsares de Junín, mientras el joven Edgar Empson se trepaba a una torre de la Catedral para hacer flamear la bandera nacional.
Tacna, la ciudad que hizo exclamar a Nicomedes Santa Cruz “¡Aquí no acaba el Perú: aquí comienza la patria!” (Saludo a Tacna); tiene en su Paseo Cívico el eje que organiza su centro histórico. La fuente ocupa el corazón de dicho ambiente urbano monumental, entre la Catedral y el Arco de los Héroes. En La vida y la historia (1975), Jorge Basadre explicó las particularidades de su terruño en el rubro que nos ocupa: “Ni altos edificios, ni palacios señoriales, ni escudos solariegos, ni conventos e iglesias imponentes, ni balcones morunos, ni rejas lujosas, ni ruinas seculares había en Tacna”. Señala más bien como referentes: la Plaza Colón -transformada en Paseo Cívico-, la Catedral de sillar rosáceo tacneño, la estatua de Colón, la pila, la Alameda y algunas casas con techo de mojinete en proceso de desaparición.
Jorge Basadre evocó su niñez en el libro mencionado. La detallada descripción de la fuente, revela la impronta que dejó aquella pieza europea en el corazón del ilustre tacneño:
No es hiperbólico calificar a la pila, sobreviviente incólume del antiguo régimen peruano, como una joya. Cada vez que voy a Tacna, cumplo con el deber de visitarla. Con sus seis metros de alto, es armoniosa y redonda y se diferencia mucho en sus variados ángulos, sin que se deterioren la armonía y la gracia del conjunto. […] Jamás hay aquí un ruido excesivo. Percíbese, más bien, un murmullo discreto del que emerge una sensación dulce e inalterable de sobriedad y de elegancia (La vida y la historia).
Hay que agregar que la Fontana tiene su propia canción. El compositor es Luis Cavagnaro Orellana, destacado investigador de la historia tacneña. Definida por su autor como vals-balada, fue compuesta para una obra teatral local. Su letra reza así:
La fuente
La fuente de mi pueblo está encantada.
He visto como guarda cual cofre transparente
la perla de la luna y el diamante del sol
brillante las estrellas, el oro del poniente,
la golondrina inquieta, el rocío y la flor.
Yo he visto que amorosa, la fuente de mi pueblo
con mágico designio lo bello atesoró.
Despierta tu cantar con la mañana,
refrescas el calor del mediodía,
y con la oscuridad se nos regala
mil juegos de color y fantasía.
En cuanto a la iconografía de la pila tacneña, el programa remite a dos parejas de la mitología clásica: Neptuno-Anfitrite y Acis-Galatea. Todos los personajes están semidesnudos, con coronas vegetales y acompañados de simbología acuática. Sentados alrededor del soporte principal estos consortes parecen evitar miradas mutuas; pero el erotismo flota en el aire y discurre por las aguas. Como no podía ser de otra manera, sus historias están ligadas al líquido elemento.
Poseidón -para los griegos-, Neptuno -para los romanos-, era hermano de Zeus y Hades; fue el dios de los ambientes marinos, los caballos y los terremotos. Prendado de la nereida Anfitrite, consiguió traerla a su lado gracias a un delfín que sirvió de captor. Ella fue su esposa legítima, pero el dios tuvo incontables aventuras amorosas y una legión de hijos.
La otra pareja recuerda el relato de un crimen pasional. Galatea era una nereida y estaba prendada de un joven pastor siciliano llamado Acis. Pero el cíclope Polifemo -hijo de Neptuno- buscaba conquistar el amor de la ninfa marina, y en un rapto de celos aplastó con una roca al rival. Gracias al llanto de su amada, Acis se convirtió en el río que lleva su nombre.
Si derivamos el tema al ámbito patrimonial, afirmamos que la fuente debe entenderse en el conjunto de todo el Patrimonio Cultural tacneño: tanto en su aspecto material (arquitectura monumental, escultura urbana, acervo de los museos y patrimonio ferrocarrilero), como inmaterial (memoria histórica y tradiciones locales). Estos elementos están relacionados entre sí y conforman una densa capa semántica que permite la construcción de la identidad regional, en el marco de su propio proceso histórico. Conforman un conjunto imposible de desarticulación, excepto para labores de análisis. Podemos denominarlo Sistema semántico-patrimonial de Tacna, término que aportamos para la discusión y aplicación a otros casos.
El presente libro incluye el prolijo estudio histórico de Omar Esquivel, historiador del arte de formación sanmarquina, y el informe de restauración elaborado por Erman Guzmán y Luis Baltazar Moretti. Es una publicación interdisciplinaria poco frecuente en el tratamiento del patrimonio peruano, ya que la edición del documento de un proceso de intervención es excepcional en nuestro medio.
La cereza del pastel es el catálogo de modelos de la fundición francesa Val d’Osne, que revela el origen de diseños que no pueden pasar desapercibidos, como la reja y escaleras del Colegio Real de la UNMSM, el dios Neptuno del Parque de los Garifos, los leones y aves rapaces del Paseo de los Héroes Navales, la Tres Gracias de Lima y Moquegua, etc. Cabe resaltar la labor del ing. Daniel Tipian en la identificación de varias piezas Val d’Osne en el Perú.
La presente obra ha logrado conjugar de manera ideal la investigación histórica, la información técnica y el material para la protección de una pieza patrimonial. Una razón más para volver a Tacna y pensar en el Perú al borde de su fuente.
Virgilio Freddy Cabanillas Delgadillo.