vrip

Prueba
P1010694

La Casona del Parque Universitario es uno de los monumentos más importantes de la ciudad[1]. Este edificio es testigo de la historia patria: se remonta al siglo XVII cuando fue sede del noviciado jesuita de San Antonio Abad. A fines del siglo XVIII pasó a ser local del Convictorio de San Carlos, institución que fue absorbida por la Universidad de San Marcos en el siglo XIX.

Uno de sus ambientes más notables de la Casona es la Capilla de Nuestra Señora de Loreto, espacio sagrado al interior del noviciado jesuita, convertido después en salón de grados universitario[2]. El pequeño recinto tiene un techo abovedado de madera, pintado por un artista local en el siglo XVIII. La bóveda mixtilínea se divide en tres sectores: uno ancho central -dividido en seis campos- y dos inferiores laterales -con doce paneles, seis a cada lado-, todo vivamente policromado. Parte de la techumbre se ha perdido, por lo tanto el programa iconográfico está incompleto.

En el campo principal del sector central se aprecia la imagen de la Virgen María como “Reina de los Ángeles”. En este programa se combinan los temas de la Asunción de la Virgen con el XV Misterio del Rosario. En los otros campos de dicho sector central han sido pintados varios símbolos marianos inspirados en las letanías. Para insistir en el tema anterior destacaremos el campo I, cuya figura central es un pozo: PUTEUS AQUARUM VIVENTIUM (Pozo de aguas vivas). A ambos lados una palmera: QUASI PALMA EXALTATA SUM IN CADES (Crecí como la palma de Cadés) y un ciprés: QUASI CIPRESSUS IN MONTE SION (Como el ciprés en el Monte Sion). La Virgen es la dispensadora del precioso líquido, que “[…] significa la gracia de arriba, la bendición divina, que se traduce en vitalidad, fecundidad y belleza espirituales”[3].

En cada panel de los sectores inferiores está representado un santo con sus respectivos atributos. Todos están sentados, escriben y/o meditan, siempre acompañados de libros, crucifijos, instrumentos penitenciales y/o símbolos de vanitas. También pueden aparecer seres angélicos y el Espíritu Santo. En algunos casos corazones alados descienden desde el cielo, en otros casos los corazones de los santos son visibles y están inflamados.

Aquí se encuentran representados doce doctores de la Iglesia: los cuatro Padres de la Iglesia Latina: San Gregorio Magno, San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo; los doctores de franciscanos y dominicos: San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino respectivamente; seis doctoras: Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena, Santa María Magdalena de Pazzi, Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Bolonia y Santa Gertrudis Magna. No han llegado a nuestros días las pinturas de San Ignacio de Loyola, San Antonio Abad y los cuatro evangelistas.

En la capilla se sintetizan aspectos fundamentales de mariología, vanitas, escolástica y mística. Interesa resaltar este último aspecto ya que los doctores y doctoras lucen no sólo sus dotes intelectuales, sino que son presentados como modelos de ese camino de perfección espiritual que es la mística. Por eso muchos de ellos se encuentran en actitud contemplativa, arrebatados en éxtasis, viviendo una experiencia inefable de encuentro con el amor de Dios. La presencia recurrente del simbolismo de los corazones expuestos fuera del cuerpo es una muestra de ello.  A veces son llameantes y/o contienen el nombre de Jesús en letras doradas. Podemos apreciar este símbolo en seis de las pinturas conservadas:

– San Agustín: el santo medita con el corazón llameante.

– Santa Brígida: un corazón alado y encendido que representa al Amor Divino, desciende del cielo acompañado por querubines. El corazón de la santa es una flama que se eleva hacia el Amor Divino.

– Santa Catalina de Siena: en su corazón se distingue el nombre de Jesús grabado en letras de oro. Desde el cielo el Amor Divino se aproxima a la santa descendiendo en forma de un corazón alado y encendido.

– Santa Magdalena de Pazzi: también lleva el nombre de Jesús grabado con letras de oro sobre su corazón inflamado. El Espíritu Santo -en forma de paloma- desciende del cielo trayendo un corazón alado y encendido (el Amor Divino).

– Santa Teresa: igualmente porta el nombre de Jesús en oro sobre el corazón en llamas. Una inscripción expresa el sentir de la mística carmelita: “Jesús corazón mío”.

– Santa Gertrudis: el corazón grabado con el nombre de Jesús en letras de oro, se apoya sobre un sol llameante. Además se aprecia una inscripción: “me desposaré”, que alude al matrimonio espiritual entre el alma y el Amor Divino.

Arco y flechas, dardos, corazones en llamas, corazones con el nombre divino grabado en oro; creemos que el origen de estos símbolos se remonta al Cantar de los Cantares.  Este libro del Antiguo Testamento contiene esta definición del amor: “Sus flechas son dardos de fuego, como llama divina. No apagarán el amor ni lo ahogarán océanos ni ríos” (Cant. 8, 6-7). Por su parte, San Agustín decía: “[…] nos creaste para Ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en Ti” (Confesiones. Libro I, Cap. I, n. 1). Y también: “Tú nos habías flechado con tu amor y tus palabras las llevamos como encajadas en las entrañas” (Confesiones. Libro IX, Cap. II, n. 1).

Y la mística Santa Gertrudis compuso la siguiente oración:

Por tu corazón, querido Señor,

traspasa el mío tan profundamente

con el dardo de tu amor, que ya no

pueda más contener cosas terrenas

sino que sea gobernado tan sólo por

la acción de tu divino amor[4].

Hay que tener en cuenta que la devoción al Corazón de Jesús es una experiencia irrenunciable de la orden jesuita. Precisamente, Santa Margarita María Alacoque -visionaria de esta devoción- tuvo como director espiritual a un miembro de la Compañía de Jesús, San Claudio de la Colombiere (siglo XVII). En ese sentido, conviene mirar las yeserías rococó que decoran las enjutas de los arcos en el Patio de Derecho de la Casona. Entre los querubines, motivos vegetales y rocallas destacan dos corazones que -creemos- son los de Jesús y María. El tema merece un estudio de largo aliento.

Adicionalmente hay que mencionar que en la capilla se conserva una pintura en forma de arco,  que recuerda algunos eventos de la historia sanmarquina. Por las rocallas que enmarcan los textos la obra debe ser del siglo XVIII, pero fue “revivida” en 1855 durante el rectorado de José Dávila Condemarín[5]. Esta pintura contiene dos figuras alegóricas, la Fe y la Esperanza. La primera tiene los ojos vendados y porta la cruz, las Escrituras y el Santísimo Sacramento. El sentido del vendaje es obvio, sobre los otros atributos podemos citar a Cesare Ripa: “Y como los dos principales extremos de nuestra fe, como dice San Pablo, son el  creer en Cristo Crucificado y, el creer además en el Sacramento del Altar, por lo dicho se pinta con su Cruz y su Cáliz”[6]. Por su parte, la Esperanza porta una rama y su atributo característico, el ancla. En Ripa encontramos varias versiones de la Esperanza con vegetales. Su sentido alude a la espera confiada en que fructifiquen y/o florezcan. Pero también: “Dos son las cualidades de los bienes que pueden desearse, a saber, la honestidad, y la utilidad, representándose a la primera con la florida planta, por ser este ornamento de los que al honor corresponden, y la segunda con el áncora, que siempre nos auxilia en los mayores peligros de fortuna”[7].

 

[1] Mi agradecimiento a Hugo La Rosa, Marco Rosales y Fernando Ventocilla por las sugerencias y datos compartidos.

[2] Sobre la capilla hay dos notables trabajos publicados el mismo año: Ricardo Mariátegui Oliva, Valiosa techumbre historiada de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos (1951) y Gred Ibscher, “La capilla de Nuestra Señora de Loreto, hoy salón de actuaciones de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos” (1951). A ellos remitimos para una visión tanto de conjunto como de detalles. Para datos recientes: Reinhard Augustin Burneo, Orígenes y evolución del conjunto arquitectónico de la Casona de San Marcos (2005).

[3] Greb Ibscher. “La capilla de Nuestra Señora  de Loreto, hoy salón de actuaciones de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos”. En: Daniel Valcárcel y Gred Ibscher. El actual edificio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima: 1951, p. 56.

[4] www.corazones.org/santos/gertrudis_grande.htm

[5] Luego de analizar el Bosquejo histórico de la fundación de la insigne Universidad Mayor de San Marcos de Lima (Dávila Condemarín), el colega Hugo La Rosa concluye en que esta pintura en forma de arco enmarcaba la cátedra que se conserva en la antesala de la capilla. Originalmente estuvieron en el desaparecido local sanmarquino del actual Congreso. Comunicación personal.

[6] Ripa. Iconología. Madrid: Akal, 1996. Vol. I, p. 402.

[7] Ídem. p. 354.

 

Texto y fotografía: Virgilio Freddy Cabanillas.