vrip

Prueba
DSCN9994

“Basta cerrar los ojos, evocar el pasado y revivir las glorias  y su tradición, como Felipe Pinglo y el gran Carlitos  Saco también este bohemio te quiere cantar.”

Pepe Villalobos (A mi Barrios Altos).

 

Sus calles bullangueras y descuidadas conservan todavía sabor de antaño. Cada vez que alzamos la vista descubrimos un balcón de cajón, las torres de una iglesia, el perfil de un edificio monumental, vetustas instalaciones hospitalarias, cornisas de madera y detalles arquitectónicos en desuso. Topamos en el camino con varias fuentes decimonónicas en sus pequeñas plazas. Impregnan el aire los recuerdos del desaparecido edificio universitario, las momias incas perdidas en el tiempo, los olores del mercado central, y más allá, precisamente más allá, el aroma de flores camino al campo santo.

Pero algo siniestro nos acecha. Es la amenaza constante de la destrucción premeditada, la vieja arquitectura que da paso a grandes edificios que servirán como depósitos de plásticos. Fuera de escala urbana y fuera de toda norma. E incendios sospechosos que nos llaman al sobresalto constante.

El barrio da el nombre incluso a una masacre de nuestra dolorosa historia reciente. Se trata de Barrios Altos, escenario en el que se libra día a día una guerra encarnizada entre la memoria y el “progreso”.  Alejandro Reyes lo define como “espacio periférico ubicado al noreste de Lima que, por el relieve de su suelo algo más elevado, es conocido como Barrios Altos” (2015, p. 17). Precisa también que en la segunda mitad del siglo XVIII ya se habían configurado sus linderos: “lo que es hoy la Avenida Abancay hasta la avenida Grau, y de aquí hasta la plazuela del Cercado” (2015, p.36). Efectivamente, la mayor parte de limeños denomina Barrios Altos a la parte de la ciudad histórica ubicada al oriente de la Av. Abancay.

Hay tanto para escribir al respecto, pero esto es solo una introducción y por eso me limitaré a resaltar tres cosas: el mercado, el Barrio Chino y el desaparecido edificio de la universidad.

En 1877 el viajero norteamericano George Squier, describió con simpatía las instalaciones de nuestro mercado principal:

El mercado central de Lima, es, en muchos sentidos,  mejor y más cómodo que cualquiera de los  que existen actualmente en Nueva York. Cubre una manzana entera, parte del convento de la Concepción que, en 1851 según creo, fue expropiado por la fuerza por el gobierno, a riesgo de un motín. Está construido en torno de un gran patio, con tiendas exteriores y un corredor interior, y está atravesado por senderos que irradian desde una fuente central y forman una serie de patios más pequeños, apropiados para productos especiales. Hay puestos para los comerciantes principales, pero la masa de vendedores, que son mujeres, se sienta en el pavimento, en las esquinas de las galerías o en los espacios libres, con sus frutas, pescados o verduras amontonados en canastas chatas o colocados sobre esteras delante de ellas, en pequeñas pilas llamados montones, cada uno de los cuales tiene un precio determinado (1974, pp. 28-29).

 

El edificio del mercado que conoció Squier en el siglo XIX, fue reemplazado por otro de dos pisos en 1905. Desgraciadamente este fue devorado por un incendio en 1964 y se perdió lo que hoy sería un monumento histórico. El alcalde Luis Bedoya Reyes hizo edificar el local actual, y aunque su arquitectura no dialoga de la mejor manera con su entorno, al menos continúa la tradición del mercado en el mismo emplazamiento de los tiempos de Ramón Castilla.

El mercado es vecino de la Calle Capón, espacio emblemático de la inmigración china. A fines del siglo XIX el viajero alemán Ernst Middendorf dedicó varias líneas a este rincón de la ciudad:

El principal barrio de los chinos está constituido por las tiendas del Mercado Central y por las calles adyacentes. En los lados exteriores del sur y del este del mismo casi todas las tiendas son de chinos y en casi toda esta zona se percibe un antipático olor a humo de opio. Junto a estos pequeños establecimientos de comidas y baratijas hay también cinco o seis casas comerciales y bancos chinos, que importan objetos de seda, de laca y de marfil,  así como té. Allí se realizan considerables operaciones comerciales (2015, p. 173).

 

Casi nada ha cambiado, con excepción de los desaparecidos fumaderos de opio; aunque Felipe Pinglo alcanzó a experimentar los eróticos efectos que produce la savia de la adormidera:

Droga divina, bálsamo eterno

opio y ensueño dan vida al ser;

aspiro el humo que da grandezas

y cuando sueño, vuelvo a nacer.

Me vuelvo dueño de mil riquezas,

lindas mujeres forman mi harem

y en medio de ellas, yo adormitado

libando dichas, bebiendo halagos,

entre los labios de una mujer (Sueños de opio).

Algo que no dejaremos de lamentar es la desaparición del antiguo edificio de la Universidad de San Marcos. Ahí donde hoy se alza el Palacio Legislativo estuvo el viejo local sanmarquino, mucho antes que la Decana se instalara en San Carlos, espléndido monumento que hoy conocemos como Casona de San Marcos. Algunas imágenes de los exteriores, y las pocas descripciones conocidas nos sirven de consuelo. El viajero suizo Tschudi visitó Lima a fines de los treinta e inicios de los cuarenta del XIX, y anotó lo siguiente:

La universidad se halla en el costado este de la Plaza de la Independencia, junto al Hospital de La Caridad. Su fachada no es hermosa, pero se caracteriza por un estilo que no solía ser de esa época. Entrando por un portón alto, se llega a un hermoso patio cuadrado, rodeado de galerías con columnas. En las paredes de estas galerías, están representadas, con pintura al fresco, las diferentes ramas de las ciencias. Debajo de cada símbolo están escritos algunos versos alusivos de los antiguos clásicos. Las aulas se encuentran en las habitaciones que dan sobre los patios; en el rincón que queda diagonalmente frente a la entrada está la gran puerta doble del Aula Magna (1966, p. 95).

 

Primero recordemos que la plaza aludida ha tenido varios nombres: de la Inquisición, de la Universidad, de las Tres Virtudes, de la Independencia, de la Constitución, del Congreso y de Bolívar.  En cuanto al local sanmarquino, es interesante el dato de la decoración de las galerías: figuras alegóricas acompañadas de expresiones latinas, es decir emblemas de las ciencias que hoy sólo podemos imaginar. Por su parte,  Manuel Atanasio Fuentes describió los ambientes, especialmente el salón general en sus apuntes de 1867:

El edificio se construyó en 1576, en él se encuentran el salón en que se reúne la cámara de diputados, que es la antigua capilla de la escuela, la secretaría y archivos del Congreso, una sala en que se reúne la Sociedad de Medicina, quedando para los actos universitarios el general y otro salón que sirve para la reunión del Colegio de Abogados. En el general se encuentran 92 asientos bajos y 73 altos, y dos galerías, una para canónigos y otra para señoras; la arquitectura de ese salón, aunque de gusto antiguo es sólida y hermosa; la parte superior de sus paredes está totalmente cubierta  por los retratos de los antiguos catedráticos y rectores, entre los cuales se cuentan algunas personas de un distinguido mérito literario (1988, p. 46).

El Murciélago menciona las pinturas dedicadas a los rectores. Afortunadamente, parte de este Patrimonio se ha conservado hasta constituirse en la colección de retratos virreinales y republicanos, acervo del Museo de Arte de la UNMSM exhibido actualmente en la Casona. Sin duda, es la colección de retratos más importantes del Perú, con obras que van del siglo XVI hasta el presente.

Muchos limeños y turistas evitan pasar más allá de la Plaza Italia, sin imaginar la riqueza patrimonial que hay en la zona. Recuperar para la ciudadanía esos rincones urbanos antañones es un desafío que no debemos eludir. En esa línea, el Grupo Patrimonio y Educación Patrimonial del Instituto Seminario de Historia Rural Andina (UNMSM), tiene un equipo -dirigido por Milagros Romero- dedicado a la investigación documental de edificios concretos de Barrios Altos. Los jóvenes historiadores se han sumergido en los archivos para determinar la evolución formal de los edificios y la historia de sus propietarios. Este aporte es un paso inicial pero fundamental para la recuperación y puesta en valor de Barrios Altos, como parte integrante de esta ciudad que no sabe qué hacer con su título de Patrimonio Cultural del Mundo.

 

Virgilio Freddy Cabanillas Delgadillo.

 

Referencias:

Fuentes Manuel Atanasio (1988). Lima. Apuntes históricos, descriptivos y de costumbres. Lima: Banco Industrial.

Middendorf, Ernst (2015). Perú. Observaciones y estudios del país y sus habitantes durante una permanencia de 25 años. Tomo I. Puno: Universidad del Altiplano, [Edición facsimilar de la primera versión en español. Lima: UNMSM, 1973. Trad. Ernesto More].

Reyes Flores, Alejandro (2015). Barrios Altos. La otra historia de Lima. Siglos XVIII-XX. Lima: UNMSM.

Squier, George (1974). Un viaje por tierras incaicas. Crónica de una expedición arqueológica. 1863-1865. La Paz – Cochabamba: Los Amigos del Libro.

Tschudi, Juan Jacobo (1966). Testimonio del Perú. 1838-1842. Lima: Consejo Económico Consultivo Suiza-Perú.